Lema - Uno para todos... y tú, ¿por cuántos?
> materiales para el año pastoral

Dar la vida y dar vida

No. No estamos hablando de los tres mosqueteros. Se trata de una verdad

Uno dio su propia vida para que todos tuvieran vida. Uno fue capaz de amar hasta el final para que todos sintieran el amor. Eso no es un cuento. Es un hecho. En tus manos está sentirte amado o dejar pasar esta oportunidad. Tú verás.

Pero si por un momento te preguntas: ¡Ah sí! ¿Murió por mí? Y ¿por qué yo?, ¿por qué a mí?, ¿por qué así?, llegará un momento en el que sientas que tienes que dar una respuesta. Por eso: ¿Y tú? ¿Por cuántos estarías dispuesto a entregar algo de tu vida?

¡Ah! ¿Qué piensas? ¿Qué no hay nadie esperándote? ¡Como se nota que estás ciego! Mira a tu alrededor. ¡Ah! ¿Qué no tienes nada que ofrecer? No es verdad. Nadie muere por nada. Cristo murió por ti..., debes ser muy valioso.

 

UNO...

Muchos han luchado en la historia por lo que creían.Algunos pocos llegaron incluso a morir por un sueño, una idea, un proyecto de sociedad mejor.

Pero solo UNO murió por todos. A los demás la muerte les llegó de una forma planeada o fortuita, buscada o injusta, legal o ilegal… Pero nadie la tenía asumida dentro de sus planes con él la tenía. Si muchos de esos otros hubieran sabido que iban a morir, ¿habrían seguido con su causa? Y, sin embargo, Él sabía ya desde el principio que estaba dispuesto a morir si el amor le pedía ese precio.
El hombre ha adorado a muchos dioses. Pero solo UNO decidió sentir en su propia carne lo que un hombre siente. Solo uno nació pobre en un pesebre. Solo uno decidió ser un hombre entre otros hombres, sin honores, sin poderes, sin más fuerza que el amor. Este Dios, no es un Dios por su poder…, es un Dios-para-todos.
No te confundas. Todos sabemos hablar del amor. Pero tuvo que venir todo un Dios y compartir con nosotros la maravillosa fragilidad de ser hombre, hasta el extremo de morir como el más maldito de los hombres.

Ya, ya sé. Todo esto te parece un cuento. Hay algo dentro de ti que se resiste a darle credibilidad. No te voy a negar que todos hemos pasado por ahí. Pero pregúntate si todas las promesas y sueños que esperabas de vida se te han cumplido. Piensa en tus convicciones más profundas, ¿cuántas veces las has traicionado? Y, sin embargo, por el hecho de que tú no hayas sido auténtico ellas siguen siéndolo. Esto es igual. Basta que te des la oportunidad. Dudas, pero ¿y si fuera cierto?, ¿te atreverías a sentirlo?, ¿aceptarías que ha habido un Dios que ha muerto por ti?
¿Se puede vivir tan campante sabiendo que Alguien ha entregado la vida por amor a ti? Sí, si se puede vivir. Pero no así, inundado de mediocridad. Se puede vivir de otra manera. Lo dice San Pablo. “Estoy crucificado con Cristo; y ya no vivo yo, pues es Cristo el que vive en mí. Mi vida presente la vivo en la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gal 2, 20)

¿Te imaginas? Si alguien viniera y te dijera ¿Por qué vives?, ¿por qué estás en este mundo?, ¿por qué haces lo que haces? ¡Te imaginas que pudieras contestar, como San Pablo, “porque alguien me amó y se entregó por mí”!

 

...PARA...

La preposición “para” indica finalidad, intencionalidad. ¿Por qué Jesús hizo lo que hizo? ¿Por qué tuvo que morir en una cruz? ¿Qué intención puede tener alguien que se deja matar?

Hay que mirar a su vida. La cruz no fue algo elegido y querido, sino la consecuencia de su misma vida. Jesús probablemente ha sido el único hombre de la historia que ha vivido solo y exclusivamente para los demás. Si miramos su actividad, cómo empleaba el tiempo libre, cómo se relacionaba, descubrimos que había tres prioridades: su relación íntima con Dios Padre, su capacidad para encontrarse en lo más auténtico de las personas, su predilección por los pobres, los últimos, los que sufren. Su vida estaba “descentrada” totalmente de sí mismo y se repartía para los demás. No tuvo otra motivación en su vida que darse. Su existencia era una proexistencia (una existencia que tiene su razón de ser en el otro, existir-para-otro). Por eso, la cruz no es una elección única. Es la consecuencia misma de su vida-para-los-demás. Una vida así vivida resultaba demasiado amenazadora para los que sostenían un poder basado en el vivir-para-uno-mismo. Ante el peligro de muerte, Jesús hizo lo que había hecho siempre: darse, ofrecerse por amor. Asumió su muerte, no como algo querido, sino como la última de sus entregas, la entrega total por amor.
Desde entonces, la preposición para ha dejado de significar solamente finalidad, para convertirse en la seña de identidad del cristiano. Desde Jesús, miles y miles de personas se han dejado seducir por este estilo de vida: vivir-para-los-demás. Y, al hacerlo, han descubierto una vida mucho más intensa y feliz que la que tenían antes. Todo eso que hemos oído tantas veces, que es mejor dar que recibir…, ¿y si te lo creyeras?, ¿y si lo intentaras vivir? Igual descubrirías que te sobran muchos “es que” (excusas), y empiezas a inundarte de “paras” (motivaciones).

Otra vez San Pablo:
Porque el amor de Cristo nos apremia, pensando que si uno murió por todos, todos murieron con él; y murió por todos, para que los que viven no vivan para sí, sino para quien murió y resucitó por ellos. Así que en adelante a nadie conoceremos a lo humano; y si un tiempo conocimos a Cristo a lo humano, ahora ya no lo conocemos así. De modo que, el que está en Cristo, es una criatura nueva; lo viejo ya pasó, y ha aparecido lo nuevo. Todo viene de Dios, que nos reconcilió con él por medio de Cristo, y nos confió el ministerio de la reconciliación. Pues Dios, por medio de Cristo, estaba reconciliando el mundo, no teniendo en cuenta sus pecados y haciéndonos a nosotros depositarios de la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortase por nosotros. En nombre de Cristo os rogamos: reconciliaos con Dios. (2Cor 5, 14-21)

 

...TODOS...

Todos es todos.


Por el que impone sus ideas con la violencia. El que abandona a sus hijos y piensa solo en él. Por es también. Por el maltratador, por la que se desprecia, por los que no cuentan y nada entienden. Por los guapos, por los feos, los de izquierdas, los de derechas, por los que no saben donde tienen la derecha y la izquierda. Por los que no se sienten orgullosos de sí msimos, por los que nadie se siente orugullo de ellos. Por los que mienten, por los que traicionan, por los que engañan. Por los que son mentidos, por los que son traicionados, por los que son engañados. Por los que matan y mantienen la sonrisa. Por los que son matados y no pueden sonreir. Por lo que no se merecen nada y por los que se lo merecen todo. Porque Dios es Dios, y dispuesto a vivir y a morir, lo hizo por todos. Y todos es todos.

También tú, aunque no te lo creas. Aunque dudes, Aunque sientas que no te lo merezcas. O te importe un carajo merecerlo o no. Para bien o para mal, lo quieras o no: también tú estás en el Corazón de Dios. Tú fuiste una razón más que suficiente para que Cristo se dejase clavar en una cruz. Es más, lo volvería hacer por ti. Porque cuando Dios dice todos, es TODOS.

Y cuando dice todo, es todo. También por tu parte oscura, manchada, impresentable. Por tus éxitos y tus fracasos, por tus genialidades y también por tus meteduras de pata injustificables. Por tus salidas de tono, por tus mentiras, por tus imposibilidades. Por tus frustraciones y por tus logros, por tus entregas y tus derrotas, también por tus victorias, y por las veces que quedas en tablas. Por el pasado herido, que Dios quiere sanar. Por el presente insatisfecho, que Dios está dispuesto a llenar. Por el futuro incierto, en el que el Amor se ha sentado a esperarte. Por todo lo que eres y lo que no eres. Por lo que sueñas y lo que nunca llegarás a realizar… Por todo y por todos.

Y por eso en cada Eucaristía recordamos las mismas palabras con las que Jesús daba sentido a lo que le iba a suceder. Previendo que iba a tener que dar la vida, invitó a sus amigos a cenar y les reveló sus intenciones: “Durante la cena Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo». Después tomó un cáliz, dio gracias, se lo pasó a ellos y bebieron de él todos. Y les dijo: «Ésta es mi sangre, la sangre de la alianza, que será derramada por todos. Os aseguro que ya no beberé más de este fruto de la vid hasta el día en que beba un vino nuevo en el reino de Dios». (Mc 14, 22-25).

Aquellas palabras quedaron grabadas en el corazón de los discípulos. ¿Cómo resonarían horas después, en la conciencia de Pedro, que le negó; o de Judas, que le traicionó; o del resto de discípulos, que huyeron? ¿Cómo entender eso de “que será derramada por todos”?

Años más tarde Juan, después de haber superado el golpe emocional de todo esto, lo contaba con una imagen más tranquila: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.  Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas y ellas me conocen a mí,  igual que mi Padre me conoce a mí, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil. También a ellas tengo que apacentarlas. Ellas escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor. El Padre me ama, porque yo doy mi vida para recobrarla de nuevo.  Nadie me la quita, sino que la doy yo por mí mismo. Tengo el poder de darla y el poder de recobrarla. Tal es el mandato que he recibido de mi Padre» (Jn 10, 11-17).

 

...Y TÚ ¿POR CUÁNTOS?

Hagamos un test. Apunta el nombre de las personas que correspondan a cada persona.

  • ¿Por cuántas personas has perdido prestigio, o una oportunidad, o un beneficio, al haber dado la cara por ellas?
  • ¿Por cuántos has perdido tu tiempo en las últimas 24 horas?
  • ¿Por cuántas personas has tenido que renunciar a algo que te gusta?
  • ¿Por cuántas personas estarías dispuesto/a a renunciar a tu bienestar, a tu carrera, a tu futuro?
  • ¿Por cuántas personas has dado dinero gratuitamente en el último mes?
  • ¿Por cuántas personas has tenido que comerte injustamente un marrón?
  • ¿Por cuántas personas has hecho algo aunque no se lo merecieran?
  • ¿Por cuántos te has dejado herir la entraña?
  • ¿Por cuántos estarías dispuesto a darlo todo?
  • ¿Por cuántos has pasado horas, o una noche en vela, escuchando?

Tu vida en general, ¿cuántos la han bendecido? ¿Es una vida toda tuya? ¿O hay alguien más en tu vida? ¿Se parece a la de Jesús en algo? ¿Vives para ti, o hay otros “para” que merecen tu atención? Porque la vida es respuesta. La vida no es simplemente vivir. Como si empezásemos de cero y todo lo que cabe esperar es lo que nosotros hayamos invertido en ello. La vida no es simplemente un principio y un fin, y entre medias algo que hay que llenar de instantes. Y cuantos más instantes agradables tengas mejor. El objetivo de la vida no puede ser, simplemente consumirla, como se consume una vela. La finalidad de la vela es dar luz, no consumirse. La finalidad de la vida no es solo vivir, sino responder.

Has sido amado. Alguien ha dado la vida por ti. Alguien vivió volcado en los demás, también en ti. Por encima de tus errores y defectos, Alguien murió por ti y lo volvería a hacer. Por eso la vida es respuesta a ese amor inmerecido y gratuito, inesperado e imprevisible. Si UNO vivió y murió PARA TODOS, la conclusión es irremediable: TÚ… ¿POR CUÁNTOS?

Mira el cartel y fíjate en los nombres de los papelitos recortados. Algunos son reconocibles. Otros genéricos. Algunos ya están cortados, porque ya has tomado opciones, algunas de ellas definitivamente quemadas. Otros papeles están en blanco, solo tú sabrás ponerle nombre. El hecho es que hay mucha gente a la expectativa. Esperando a que entres en el juego y arranques el papel con su nombre y, definitivamente, empieces a vivir para alguien más que para ti mismo.

 

UNIDAD

“… Y todos para Uno. La unidad”

Uno no puede evitar acordarse de los Tres Mosqueteros cuando se lee el lema de este año. Y no es coincidencia. Los tres soldados del rey Luis de Francia, han pasado a la historia como ejemplo de fidelidad, amistad y lealtad. Su grito de guerra es un canto a la unidad que todo hombre y sociedad sueñan: todos para uno y uno para todos. Si funcionáramos así todo cambiaría y el mundo sería mejor. Pero no funciona. Tarde o temprano alguien se olvida del lema y le da pereza cruzar la espada… Tachemos el lema. La unidad no es posible. Pero, ¡un momento! Quizá el lema no esté equivocado. Quizá la unidad no tenga la culpa de nuestra incapacidad humana. Quizá la unidad no es una conquista, sino un don, un regalo, una sorpresa inesperada.

La unidad es posible pero no está al alcance de nuestros métodos y esfuerzos. La unidad es la consecuencia de la pro-existencia. Se da solo aquellos que se dedican a vivir para los demás. Se obtiene cuando ya no se espera, se alcanza cuando se ha dado todo por ella y no parece que se vislumbre en el horizonte. La unidad pertenece al reino de los imposibles. Y ese reino es el Reino de Dios.

No pensemos en la unidad perfecta en la que todos se llevan bien y no hay malos rollos ni divisiones. La unidad que Dios ofrece es la sensación de pertenencia que se despierta en nosotros cada vez que vivimos para los demás. La unidad surge en los rincones más oscuros de nuestro ser cada vez que nos sentimos amados por Dios justo en lo que nadie amaría en nosotros. Esa oscuridad despreciable nos une a todos los hombres. Si en algo somos parecidos es precisamente en nuestro límite, en nuestra debilidad, en nuestro infierno personal. Por eso, cuando Dios nos ama precisamente ahí, nos hace iguales, la unidad es posible; porque lo que tenemos en común es la experiencia de ser amados sin ningún motivo. La unidad entonces se hace realidad: por un instante todos los hombres de este planeta han sido amados y nadie puede hacer nada por arruinarlo. Ese instante se dio cuando Cristo murió en la cruz. Pero como, de momento, Dios nunca se ha arrepentido de ese momento, la sentencia del amor sigue bendiciendo la fragilidad de cada hombre y mujer. Somos iguales, porque somos amados. Y eso es algo que nadie puede traicionar.

Por eso, ¿cómo es posible llegar a vivir la unidad, a pesar de las injusticias y las diferencias? Cada vez que, sintiéndonos profundamente amados, reconocemos en el otro alguien tan débil, tan despreciable y tan amado como yo. Cuando sentimos esto, lo único que nos cabe emprender con el otro, con el que es distinto, con el que se opone a mí, no es más que la aventura de la solidaridad.

Ese es el proyecto de Dios: “que todos sean uno. Padre, lo mismo que Tú estás en mí y yo en Ti.[…], yo en ellos y Tú en mí, para que lleguen a la unidad perfecta, y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado, y que los amas a ellos como me amas a mí.”(Jn 17, 21.23)

Uno para todos… y Todos en el UNO.

 

LEMAS

Durante todos estos años hemos ido tratando diferentes temas que tienen que ver con nuestra espiritualidad (la espiritualidad que surge de la experiencia y vida del padre Juan León Dehon): entrega, reconciliación, profecía del amor, misericordia... Cada lema aborda uno de esos aspectos y profundiza en él para tratar de conocer qué rostro de Dios se nos revela en la Palabra, en los aconticimientos, en el día a día, en nuestros gestos concretos. Accede a través de la imagen:

 

 

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