¿Qué despertó la ira de Jesús aquel día en el Templo?

La religión sin vida, la fe sin compromiso, la adoración de Dios sin que el corazón se nos derrita de misericordia.

¿Cómo podemos creer en un Dios así y no sentir que el mundo se incendia?

¿Cómo podemos ser amados de esa manera y quedarnos bostezando creyéndonos las víctimas?

El paraíso comienza en momento justo en el que miro a mi alrededor y hago algo por alguien. No hace falta que sea un gesto heróico ni espectacular.

No se trata de salvar el mundo. Se trata de que yo me salve de mi propio egoísmo.

Ven. Arroja tu puesto de cambista, de mercader utilitarista, abandona la lógica del poder y de la rentabilidad. Apúntate a la lógica del amor. Poco a poco irás dando a luz un pequeño paraíso.

 

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Primera lectura: Ex 20, 1-17

En la primera lectura, Dios nos ofrece un conjunto de indicaciones (“mandamientos”) que deben conducir nuestro camino por la vida. Son indicaciones que se refieren a las dos dimensiones fundamentales de nuestra existencia: nuestra relación con Dios y nuestra relación con los hermanos.

Segunda lectura: 1Cor 1,22-25

Es preciso que descubramos que la salvación, la vida plena, la felicidad sin fin no se encuentra en una lógica de poder, de autoridad, de riqueza, de importancia, sino que está en la lógica de la cruz, esto es, en el amor total, en la donación de la vida hasta las últimas consecuencias, en el servicio sencillo y humilde a los hermanos.

Evangelio Jn 2, 13-25

En el Evangelio, Jesús se presenta como el “Nuevo Templo” donde Dios se revela a los hombres y donde les ofrece su amor. Nos invita a mirar a Jesús y a descubrir en sus indicaciones, en su anuncio, en su “Evangelio” esa propuesta de vida nueva que Dios nos quiere presentar.