Siempre estamos con lo mismo.

Al final, siempre aguando la fiesta.

¿Por qué tiene que haber renuncia en el amor? ¿Por qué no salvarse de buen rollo? ¿Por qué el amor tiene que acrisolarse con el sacrificio?

Antes de contestarte, mírate. ¿Es que tú no mereces menos? ¿Es que a ti te gustaría que te amaran siempre con una sonrisa? ¿No desearías que tu amor llegase a las lágrimas?

Sin entrega no hay paraíso. Porque el amor es tan precioso que tiene un valor muy alto, y solo acceden a él los que están dispuestos a pagarlo con su entrega.

Siempre ha sido así. ¿Lo nuevo? Lo nuevo es que tenemos un Dios que ya probó la entrega hasta el final y nos invita a hacer lo mismo. Si él lo hizo, no debe ser tan malo. A lo mejor aprendes, después de todo, a ser todo como Dios.

 

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Primera lectura: Jr 31, 31-34

En la primera lectura Yahvé presenta a Israel la propuesta de una nueva Alianza. Esa Alianza implica que Dios cambie el corazón del Pueblo, pues sólo con un corazón transformado, el hombre será capaz de pensar, de decidir y de obrar de acuerdo con las propuestas de Dios.

Segunda lectura: Hb 5,7-9

La segunda lectura nos presenta a Jesucristo, el sumo sacerdote de la nueva Alianza, que se solidariza con los hombres y les señala el camino de la salvación. Ese camino (que es el mismo camino que Jesús siguió) pasa por vivir en el diálogo con Dios, descubriendo sus propuestas, en obediencia radical a sus proyectos.

Evangelio Jn 12, 20-33

El Evangelio nos invita a mirar a Jesús, a aprender con él, a seguirle por el camino del amor radical, de la donación de la vida, de la entrega total a Dios y a los hermanos. El camino de la cruz parece, a los ojos del mundo, un camino de fracaso y de muerte; pero de ese camino de amor y de donación es de donde brota la vida verdadera y eterna que Dios nos quiere ofrecer.